Por los pueblos de Sayago
Sayago, nombre de etimología confusa (saliac celta, sagum latino, saliaco en el S. XIII) es una comarca de 241.800 Hás, flanqueada y aislada de las tierras circundantes por las profundas gargantas, hoces y tajos, excavados por el Duero y Tormes. La diversidad de su paisaje nos sorprende a cada paso.
Desde las llanuras cerealistas del Este, las peñas comienzan a asomarse tímidamente en superficie para hacerlo luego en imponentes berrocales donde se encaraman y juegan unas encima de otras o aparecen en formas diversas y caprichosas que dan nombre a distintos topónimos: Peña Redonda, Peña el Vuelo…Encinas, robles, quejigos, alcornoques… junto al matorral bajo de cantuesos, piornos, escobas y jaras, se abren paso entre las rocas y cubren muchas de las tierras, mientras los enebros bordean las riberas de los ríos.
Las riveras discurren entre frondosos fresnos y negrillos y se precipitan a los ríos en cantarinas y encantadoras cascadas. Algún viejo molino detiene y represa la corriente. Las casas de mampostería de piedra ponen un sello identificativo a la zona y forman casi siempre un poblamiento disperso al intercalarse entre ellas los huertos, eras y «cortinos». Un cinturón de «cortinas» (fincas cercadas con pared de piedra) rodea y abraza a cada casco urbano.
En la raya de cada término están los terrenos comunales, los baldíos, el campo abierto, las tierras de labor, la dehesa. Las gentes, se reúnen en las solanas para charlar de cosas con sabor añejo.
En sus memorias gastadas se conservan los saberes aún de antiguas coplas, canciones, refranes, de cómo curar con determinadas plantas o conjuros, de cómo librarse del mal de ojo, en qué momento la siembra, cómo fabricar un cesto de mimbre, un sombrero de paja, unas alforjas… Apacibles, muestran el color y las arrugas producidas por el duro trabajo en una tierra hostil que les niega lo indispensable, tras soportar las duras heladas o los ardientes soles del verano.
Como consecuencia de la fuerte emigración, se palpa la soledad, se dejan sentir la quietud y el silencio. Es una tierra pobre en el aspecto agrícola, pero rica y atractiva en los aspectos naturales. Su fauna nos muestra desde el minúsculo chochín a las grandes volátiles como el buitre leonado, desde el trepador a la cigüeña negra, desde la diminuta musaraña al jabalí y al lobo.
La flora ofrece los más diversos géneros y especies de plantas y los minerales una variada gama. Esta tranquila comarca nos oferta posibilidades de descanso en medio de una Naturaleza virgen y excelentes parajes para la práctica deportiva: caza, pesca, alpinismo y senderismo.
Sayago constituye una fuente de investigación etnográfica al conservar puras muchas de sus costumbres; para el amante de la arqueología que puede leer la historia en numerosos castros prerromanos y despoblados romanos; para quienes gustan del arte, la contemplación de monumentos romanos o medievales; para los seguidores del románico, la huella bien plasmada de su sencillez y sobriedad en muchos de sus templos; para el biólogo, la gran diversidad de especies; para el geólogo, las distintas formaciones y minerales; para el que busca lo desconocido, lo sorprendente, la aventura…
Esta guía está concebida para dar a conocer y facilitar el acceso a lugares maravillosos, irrepetibles, a los sitios que, a nuestro juicio, merece la pena visitar. En los primeros capítulos se exponen aspectos generales de la comarca con el fin de situar en el tiempo y en el espacio al visitante. Finalmente, se detalla lo que se puede ver en cada uno de los pueblos.
José Luis Valdueza
Juan Antonio Panero
Joaquín Sanz-Zuasti